miércoles, 18 de abril de 2012

La Mimosa está debajo de un olivo

trémulo, la.

(Del lat. tremŭlus).

1. adj. Que tiembla.

2. adj. Dicho de una cosa: Que tiene un movimiento o agitación semejante al temblor; como la luz de una vela.


"Muchacho/a trémulo/a": Concepto indescifrable, polivalente, a la vez atroz y afectivo.

"-Herstal, Jose -dijo la Niña pdeziosa, ya no tan tdémula."

Aló, amigos. Diría que "bienvenidos a la nave del misterio", pero no es procedente ni genuino, y no quiero que me hagan magia negra ni otras cosas terrorosas. Tengo un rato de esos en que me vuelve feroz el vídeo de "A ti la dama, la audaz melancolía..." ¡Uaaaaah! No, he de resistir. Canaliza, mushasho. Que si no caerás en los tremores que tu domador de versos particular te diagnostica. Y no debes doblegarte a su poder.

Ha entrado en escena Todtuguita, ocupando un importante nicho emotivológico que al parecer he desarrollado en los últimos tiempos. Pardiez, que es linda la joía. Igual es raro que un ser tan filogenéticamente lejano me inspire tanta ternura. O no, pero la tengo en gran estima y sublima en sí conceptos estéticos no ordinarios, cosa que favorece un sendero luminoso por el que probar suerte en mi escape de Demón.

Sí, es cosa importante. Basándome en el barroco léxico de uBRE, gran sabio y frenopático, me he atrevido a dar nombre al ser tenebroso que habita mis interioridades; no sé si en los cerebros, los corazones o los intestinos. Demón. Al menos ya puede maldecírsele o aclamársele. ¡Demón! Sí, si el lenguaje es importante. Sustantivar. Eso sí, tildo donde me sale de las gónadas, que por algo es mi némesis personal e intransferible.

Bueno, a lo que íbamos. Dice mi paisano Andrés Hurtado que el café es un brebaje insalubre, que degenera la mente y atenta contra el buen pulso. Claro, él, que vive de trabajar de tramoyista en un circo, puede permitirse cuantas licencias quiera en lo que a estimulantes se refiere. Pues vale. No entraré al juego de rebatirte en tu terreno, que las circenses batallas verbales bien conocidas/aborrecidas me son. Fijémonos mejor en un gato. Es pequeño, comparándolo con una vaca, claro. Pero aún así es majestuoso, capaz. Válgame el cielo la mala metáfora, pero diría que es uno de esos pocos seres terrestres comparables al buen hacer, en lo que a locomoción se refiere, con los seres acuáticos que viven en el agua. No hablo de crustáceos ni de moluscos, mierda. Es obvio. Digo los peces, o los cetáceos. O los dugongos y los manatíes, si te viene mejor al caso. Que vale, sí, que me fui por las ramas. Pero lo que quiero decir es que lo del café acaba siendo irrelevante. A ver. Un galápago enorme cruza un sembrado de garbanceras tiernas, recién plantadas. ¿Qué pasa? Que las jode, las parte. Pues lo mismo. Así que, si quieres hilar fino, mejor que te vayas al campo, te hagas el harakiri (el FMI lo recomienda, consulta sus ofertas) y dejes que los buitres reales te reduzcan a polvo. Con suerte, y con fe en esos asuntos cuartomileniaristas, te reencarnarás en un gato. Y no te tendrás que preocupar de tu puto pulso al subir el telón, ni del café, ni de las monas de Bolivia. Nadarás en el aire, cosa que ahora, salvo dos o tres excepciones, nadie no-acuático-humanoide puede hacer.

Etimología de la incertidumbre. Pero qué bien suena. Qué académico. Guárdate la sorna. Es una tarea propia de jacobinos ebrios en noches de ronda de novios. Pero ahí van, pasito a paso, con los pies fríos y la boca seca. Que no se detengan-.







Epílogo:

Ella está debajo de un olivo. Este en cuestión, sin nombre. A la izquierda asoma, queriendo aparecer a toda costa, una rama del peral. El primer plano enseña la hierba, las flores. La potencia pura de esa tierra hermosa hecha acto. Más allá, al fondo, la higuera de los tordos, otro olivo anónimo y Fermín (el que se quemó y apagamos, que aún guarda barro en su cicatrices) recortan un horizonte de encinas. Valbellido, ¡qué cerca estabas ese día! La sierra, ahora debería llamarla serrucha, pero sigue siendo el mítico reino de los jabalíes y la frontera de mi terruño. La Rivera, preñada de la violación de los hombres, sirve de línea que separa lo mío del mundo. Y el agua, que recuerda que una vez pudo correr sin trabas por la vega, guarda luto y hace frontera. Aquí está ella, la Mimosa, mi hermana. Y también los sitios de jugar y de soñar y de vivir. Allí el resto, lo que se fue, lo que nunca vendrá. No importa. Este lado es el mío. Aquí estoy, aquí quiero estar. Y desde aquí te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario